48 horas en San Sebastián
No es de extrañar que San Sebastián (Donostia) fuera seleccionada en 2016 como una de las Capitales Europeas de la Cultura. Es una de las ciudades más interesantes a las que escaparse: tiene una gran variedad de recursos culturales –museos, galerías, centros expositivos, conferencias– y celebra prestigiosos festivales a lo largo del año. Zinemaldia, el Festival Internacional de Cine, Heineken Jazzaldia o la Quincena Musical son algunos ejemplos. Y no hay que olvidarse de la gastronomía, en cuya materia es un referente a nivel global.
Además, sin exagerar, es una de las ciudades más bonitas del mundo. Se extiende entre las montañas vascas hasta su hermosa bahía con forma de media luna. Es una belleza natural. Y poseé un pedigrí aristocrático que, combinado con una pasión atávica por su tierra, la convierte en un destino que merece mucho la pena visitar.
Día 1
Por la mañana: de entrada, para empezar, para romper el hielo, se aconseja un recorrido por el paseo marítimo de San Sebastián, que es esencial si quieres conocer el espíritu de esta esplendorosa ciudad y a sus habitantes; el carácter de este lugar está firmemente anclado en su pasado marítimo.
La Bahía de la Concha tiene tres kilómetros justos. Es un paseo que podemos iniciar en el extremo occidental, junto al Peine del Viento, la obra más famosa de Chillida y uno de los iconos más reconocibles de la ciudad: allí rompe el oleaje del mar Cantábrico contra la costa, lo que simboliza la fuerza y la bravura de esta ciudad.
Luego, si tienes interés en conocer algo más a fondo su paisaje, es aconsejable subir al ferry y, en un corto trayecto, llegar a almorzar al Restaurante Ziaboga (abierto de martes a domingo), que está situado frente al mar. Se trata de un antiguo almacén de redes especializado en pescado y marisco a la parrilla, chipirón de anzuelo y pintxos; el precio de 20€ incluye vino local y sidra.
Sugerencia para tomar buenos pintxos: el Bar Néstor, en la parte vieja, es indispensable. Sobre todo su pintxo de tortilla de patatas, una de las mejor valoradas, no solo de San Sebastián sino del planeta.
Por la tarde: para fotografiar las mejores vistas de postal de la ciudad hay que dirigirse sin lugar a dudas en lo alto del Monte Igueldo. Impresionante. Se asciende desde 1912 con un funicular de madera (el billete cuesta 3,15€). Arriba hay un parque de atracciones de los que ya no quedan, con ponis, salas de espejos, una travesía en barca, casetas de tiro y de venta de golosinas… Perfecto para ir en familia –eso sí, abren a partir de las 11h de la mañana.
Por la noche: con sus elegantes bulevares de estilo art decó y temperaturas templadas durante todo el año, San Sebastián exige pasar la noche de bar en bar o de tasca en tasca. Lo que se llama “ir de pintxos”. El objetivo es un “zurito” –trago de cerveza más corto que la caña– o un “txikito” –pequeño vaso de vino– acompañado de un pintxo (rebanada de pan sobre la que se coloca una ración de comida sujeta por un palillo o pintxo – de ahí el nombre).
El plan es ideal para mezclarse con los lugareños, que suelen ser muy amables y hospitalarios. Aquí algunas sugerencias de pintxos creativos que te encantarán: la de langosta con agua de rosas y cebolla, calamares a la parrilla con tinta de calamar negro o las orejas de cerdo en obleas de cereza rosa y anchoas de coco.
Ojo si viajas en agosto: no hay que perderse las celebraciones de la Semana Grande de Donosti. Es uno de los mayores acontecimientos del año. Gigantes elaborados con papel maché desfilan por las calles de la ciudad, hay música tradicional vasca sonando alegremente en directo y los fuegos artificiales adornan por la noche el inmenso cielo de Donosti. También hay una invasión de 4.000 piratas protagonizada por los niños locales en el puerto.
Día 2
Por la mañana: la segunda mañana proponemos hacer una rápida excursión al Monte Urgull, en pleno corazón de la ciudad (andando puede resultar un saludable ejercicio), para disfrutar del único punto de Donostia donde se pueden ver las tres playas: la archiconocida Playa de La Concha. La Zurriola y Ondarreta. Para completar el recorrido histórico, se puede visitar el Castillo de la Mota, así como la Casa de la Historia o el Cementerio de los Ingleses.
Luego bajamos de nuevo a la parte vieja. “Lo viejo”, como la llaman los donostierras. Imprescindible visitar la plaza de la Constitución (en la foto) con sus balcones numerados que nos recuerdan los tiempos en que hizo de coso taurino. Aquí resuena cada año la mítica tamborrada en fiestas, aunque es uno de los puntos de encuentro preferidos de la gente local antes de salir en cuadrilla a por buen vino y degustar los pintxos de la calle del 31 de agosto.
Por la tarde: vale la pena dedicarle un pedazo de tu tiempo a culturizarse un poco sobre esta maravillosa ciudad. El renovado Museo de San Telmo es una excelente opción. Este antiguo convento dominico, museo municipal, ahora se ha renovado y es Museo de Sociedad Vasca y Ciudadanía, que aborda la historia, la cultura y los retos futuros de esta comunidad con un lenguaje museográfico contemporáneo.
Por la noche: San Sebastián es uno de los puntos con mayor concentración de Estrellas Michelin por metro cuadrado de todo el mundo. Este distinguido selección de restaurantes incluye a Mugaritz, sexto en la lista de 2015 de los 50 mejores restaurantes del mundo.
Si tu presupuesto no es de los muy ajustados y puedes invertir 150€ por cabeza, te recomendamos ir de cabeza a Borda Berri, en el casco antiguo. Este pintxo bar de renombre sirve cocina mediterránea de temporada, de miércoles a domingo, y es el lugar ideal para que despidas tu última noche en San Sebastián. Por cierto, el rissoto de queso idiazabal es un must (en la foto).