Destinos alternativos: Procida, la hermaña pequeña de Ischia y Capri
Técnicamente, una isla es un pedazo de tierra rodeado de agua, donde viven isleños y se suele comer un buen pescado fresco en la playa. En la actualidad, ya quedan pocas de éstas. Procida, sin duda, es una.
Porque la mayoría de islas han olvidado ese aislamiento entrañable, se han abierto sin miramientos y han perdido la intimidad que las caracterizaba. Pero aun quedan islas tranquilas. Si estás buscando una isla de ese estilo, que todavía pertenezca a sus gentes, que además sea pequeña pero con mucho carácter, que conserve su esencia histórica, sus tradiciones, sin mucho bullicio en verano, con playas recogidas y naturales, pueblecitos con encanto, síguenos: tenemos lo que buscas.
De entrada, coge un vuelo barato
Lo primero que has de hacer es coger un vuelo a Nápoles. Y si puede ser barato, mejor. La verdad es que es una ciudad muy bien conectada con España, de hecho se puede llegar fácilmente en avión, coche y tren. Ahora bien, lo más aconsejable es coger un vuelo que te dejará en el aeropuerto de Nápoles-Capodichino, a unos 6 kilómetros del centro urbano (en bus o 20€ en taxi).
Un paréntesis: 10 razones para explorar Nápoles
Por cierto, ya que estás en una de las ciudades más vibrantes del mundo, aprovecha para darte una garbeo. Si ya la conoces, Nápoles nunca aburre, y si no has estado nunca, no pierdas ni un segundo para conquistarla. Por si te sirve de ayuda, te damos 10 razones para convencerte de que es una ciudad imprescindible.
Ferry del puerto de Nápoles al norte de Procida
Luego hay que acercarse al puerto y, desde allí, salen ferrys (traghetti) desde el Porto di Massa y hidrofoils (aliscafi) desde Molo Beverello. Ambos llegan a Marina Grande, el único puerto comercial de la isla. El trayecto es agradable y se tarda unos 40 minutos en llegar. El billete cuesta alrededor de 15€ ir y volver.
El secreto mejor guardado de la bahía de Nápoles
Ya está. Has llegado a Procida. Enhorabuena, no mucha gente lo consigue. Y seguramente el motivo es porque no la conocen. Y es que el encanto de Procida radica justamente en su discreción. Piensa que se encuentra en el archipiélago de Campania, en el Golfo de Nápoles, que está formado por 3 islas: dos de ellas, Capri e Ischia, están consideradas como dos de las islas más bellas del planeta según todos los listados que hacen rankings sobre el tema. Pero nadie habla de Procida. Es como la hermana pequeña y tímida, que ha sido eclipsada por la fama y el glamour de las mayores. Y así, se ven muy pocos turistas rondando por aquí, puede que algún despistado que se ha equivocado de ferry. La mayoría de los pasajeros de los ferries que conectan con la península son los propios residentes de la isla, que saben muy bien el tesoro que tienen.
Una pequeña gran isla
De origen volcánico, Procida es una isla realmente pequeña: tiene unos 3,7 kilómetros cuadrados de superficie y está unida por un puente al islote de Vivara, declarada espacio natural protegido. Esta islita fue un importante centro vinícola en tiempos romanos y luego fue el objeto de deseo de los godos, más tarde fue invadida por los sarracenos hasta que en el s. XI se estableció un monasterio benedictino y en el s. XII se convirtió en el feudo de la familia Procida, donde destacó Giovanni Procida, médico, estudioso y héroe de las Vísperas de Sicilia. Su historia se evidencia al caminar por sus calles, principalmente en sus torres vigías y en las murallas que la protegen.
Ruta a pie (o en bus)
En realidad, puedes recorrer a pie la isla entera, de norte a sur o de oeste a este, en uno o dos días y sin cansarte demasiado. Es una isla que invita a un paseo. Existen cuatro zonas principales, de norte a sur: Marina Grande, Terra Murata, Marina Corricella y Marina Chiaiolella. Si no lo ves claro o no tienes tiempo, está la cómoda alternativa del autobús de línea: la L1 une Marina Grande y Marina Chiaiolella. En verano este autobús sale cada 10 minutos. O también puedes alquilar una bicicleta o un motorino, como lo llaman allá.
Al norte, Marina Grande
Es lo primero que ves cuando desembarcas con el ferry. Impresiona. Sus casas de pescadores de diferentes colores (con tonos apastelados) se alinean como dándote la bienvenida en la Vía Roma, la calle principal. Es una magnífica carta de presentación. La atmosfera que recibes al llegar es genuina: pescadores zurciendo sus redes, que se amontonan en los muelles, los camareros de los restaurantes aúllan sus pedidos, callejuelas estrechas, ropa tendida en los balcones... En el centro se encuentra la Iglesia de Santa María de la Piedad, construida en 1616 por los marineros y la Escuela Naval, la más antigua de Europa.
Lingua di crema al limone y capuccino
Antes de iniciar el asalto a la isla, vale la pena pararse y pensar. Es uno de los mejores consejos que te pueden dar cuando viajas. Parar y pensar. El cultivo de cítricos y los limones -los campos de limoneros iluminan el paisaje de amarillo- es uno de los principales motores de su economía, por lo que el limoncello o el granizado de limón hay que catarlos sí o sí. De hecho, en Procida tienen un dulce típico, la lingua di crema al limone (un hojaldre delicioso), que puede resultar una excelente excusa para entrar en un bar y pedirlo junto a un exquisito capuccino.
En lo alto de la isla: la imagen más espectacular
Procida es básicamente llana, pero su parte más alta con 91 metros sobre el nivel del mar es Terra Murata. Es la parte habitada más antigua de la isla. Si subes por Via Salita Castello desembocas en el mirador de Belvedere dei Canoni, en una explanada donde se conservan dos antiguos cañones. Hay viven las vistas más espectaculares. Y si tienes la suerte del que el día es de esos azules intensos, la vista de Marina Corricella con sus casitas coloridas y alegres y coronado por la Iglesia de Santa María delle Grazie, es brutal. Allí también se pueden ver los restos del Palacio Real o Castello Davalos, que fue construido por el cardenal de Aragón en 1563. Hasta los años 80 se estuvo utilizando como cárcel. Tiene vistas panorámicas donde se alcanza a ver su vecina Istria.
La procesión de los misterios
La tradición es el alma de las islas. Y en Italia todavía más. En Procida la celebración más trascendental es la Procesión de los misterios (Processione dei misteri) que se celebra cada año desde hace siglos la mañana del Viernes Santo. La procesión se inicia en la Abadía de San Miguel Arcángel, en Tierra Murata, para llegar a Marina Grande. El pueblo se llena de magia y música cuando los misterios, figuras que representan escenas del Antiguo Testamento y del Evangelio, son llevadas a hombros por la gente del pueblo.
El tesoro de Corricella
Siempre hay sitios que cuestan, que no son fáciles, que se hacen querer. Eso pasa cuando llegas a Corricella. Es como un tesoro oculto. Te das cuenta de que todo esfuerzo ha valido la pena. Para llegar, es necesario descender por la escalera la “escalera de Pennino” –es la más popular, a no ser que lo hagas en barco por mar–. Es un lugar único. Sorprendente. Cuando ves las fachadas de sus casas teñidas de amarillos apagados, añiles, rojos pompeyanos, azules celeste, blancos crudos..., te da la sensación de estar sumergido en un cuento de fantasía. La explicación es que los pescadores pintaban la casa del mismo color que su barca para que se diferenciarían cuando entraban en el puerto y, del mismo modo, para que ellos reconocieran su hogar desde lejos al regresar de la faena.
La escritora Elsa Morante le dedicaba estas palabras a Procida: "Quella che tu credevi un piccolo punto della terra, / fu tutto". (Lo que tú creías un pequeño punto de la tierra/ fue todo).
Comer en la taberna de los versos de Neruda
Estamos en hogar de pescadores, por lo que conviene hincar el diente al pescado fresco que sirven en la mayoría de restaurantes. De hecho, allí sigue la taberna de los versos de Neruda en la conocida película que lleva su nombre: Il Postino, traducida como El Cartero y Pablo Neruda. Ahora se llama, precisamente, La Locanda del Postino. Se come bien allí. Sin embargo, junto a esta taberna, sugerimos comer mejor en el Ristorante Maestrale, donde son muy recomendables las alcachofas cocidas enteras, el conejo, la cabretilla y lo que sea que lleve limones (por ejemplo la ensalada de limón procidano), que para eso son el producto estrella de la isla.
Hablemos de playas
Situada al sur, la playa más conocida de la isla menos conocida es Chiaiolella. Su nombre deriva de spiaggiolella, que significa pequeña playa. De todos modos, si tu idea es algo más tranquilo, baja a la cala de Pozzo Vecchio (ojo, es otro de los escenarios de la película El cartero y Pablo Neruda), o más al oeste, Ciracciello y Ciraccio. En el extremo está el promontorio de Santa Margarita con las ruinas del monasterio benedictino del siglo VIII. Desde aquí se puede acceder más tarde al Islote di Vivaro, la reserva natural, que se une a Procida por un puente.
A dormir
Como decíamos al principio, ésta no es una isla pensada para el turista. Esa es la razón por la que no hay muchos hoteles. Más bien pocos. Es una isla de sus isleños. De manera que si decides quedarte, el alojamiento tiende a ser bastante limitado (mucha gente se queda en Nápoles): hay varios B&B, hostales y hoteles familiares. Villa Mazzella y Albergo la Vigna son dos hoteles con encanto con muy buenas valoraciones. Ojo, muchos establecimientos cierran sus puertas durante el invierno y están a tope en agosto, así que es obligado reservar con antelación durante el verano. Otra opción que funciona muy bien son los apartamentos privados.
***Este artículo es fruto de la colaboración entre La Vanguardia.com y Travelzoo***