Guía para descubrir Lanzarote en coche (vuelta a la isla)

09, 02, 2020

A los habitantes de Lanzarote se les llama “conejeros” porque hace muchísimos años la isla estaba plagada de estos roedores. Es así, no hay más secretos. De hecho define a la perfección el carácter de esta isla: muy suya, directa, sin dobles sentidos. Se sitúa al norte del archipiélago canario, encima de Fuerteventura, y cuenta con más de 100 volcanes (casi todos inactivos). 

Su tamaño es más bien pequeño: 62 kilómetros de norte a sur y de 21 kilómetros de este a oeste. Hablamos de una isla pequeña, salvaje y volcánica, perfecta para recorrerla en coche. Uno de los viajes a Canarias más aventureros.


En mayo y junio

Todas las épocas son buenas para viajar a Lanzarote (la temperatura media son 22º y casi no llueve en todo el año), pero si nos tenemos que mojar, diremos que para moverse por sus carreteras y disfrutar de las playas y los paisajes naturales es ideal la primavera y, concretamente, desde mayo hasta mediados de junio. Aún es temporada baja y los precios son más reducidos.


Vuelos baratos

Lanzarote se encuentra a unos 1.000 kilómetros de la península, y sin embargo, está a tan solo unas pocas horas de vuelo de las principales ciudades españolas. Llegar hasta allí es rápido, cómodo y barato. El aeropuerto de Lanzarote se llama César Manrique (en homenaje al gran artista lanzaroteño) y se ubica en la costa suroeste de la isla.  Hemos estado buscando vuelos para viajar esta primavera y lo cierto es que los vuelos directos parecen bastante económicos: ahora mismo rondan de los 50€ a los 120€ desde distintos aeropuertos españoles.


Alquilar un coche

Nada más aterrizar, lo aconsejable es alquilar un coche. Ya hemos comentado antes que, debido a su tamaño, Lanzarote es un destino muy interesante para hacer ruta en coche. Si la haces de un tirón, tardarás una hora en ir de norte a sur. Un coche pequeño o medio te puede costar entre 10€ y 20€ al día, lo que unido a los billetes de avión permite viajar con un presupuesto muy ajustado. Y, atención familias, las sillitas y alzadores suelen ser gratis.


Villa Teguise

Desde el aeropuerto ponemos rumbo norte, 12 kilómetros hasta la población de la villa de Teguise, antigua capital de la isla (hoy en día es Arrecife) defendida por el majestuoso castillo de Santa Bárbara y que ahora resulta un interesante museo de la piratería. Nos hallamos en el mismísimo centro. Allí vale la pena pasar un buen rato caminando por su centro histórico; por cierto, este pueblo ha sido declarado Conjunto histórico-artístico y es uno de los mejor conservados de Canarias con sus típicas fachadas de intenso blanco y ventanales verdes, las chimeneas y sus calles empedradas. Si pasas por allí un domingo, acércate al Mercadillo de la Villa para adquirir productos artesanales de la isla.

Fachadas de Teguise (foto en Flickr)

Charcos y la playa de la Garita

Continuando nuestro camino hacia el norte, pero esta vez rumbo a la costa este, llegamos a Arrieta y luego a Punta Mujeres, una de las aldeas pesqueras con más encanto de la isla. Es un momento formidable para darse el primer (y apetecible) baño en el mar. En esta zona lo recomendable es meterse en las piscinas naturales —se llaman “charcos” en Lanzarote— ya que, al subir la marea, sus aguas se calientan, puesto que se originaron gracias a la lava volcánica en las erupciones del siglo XVIII. Cerca de Arrieta también aconsejamos la playa de la Garita, casi solitaria y fuera de la zona turística con chiringuito a pie de playa y duchas.


Jameos del Agua y César Manrique

En el noreste de la isla llegamos a Jameos del Agua, la obra más celebre del insigne artista César Manrique. Un extremo del túnel volcánico une el mar con la Cueva de los Verdes. Su lago natural, dentro de la propia caverna, está ligeramente iluminado por el sol y es el hogar de una especie de cangrejo albino único en el mundo. Fue el artista lanzaroteño el que supo crear este espacio donde reina la armonía y la paz, y donde en la actualidad se puede cenar o tomar una copa con música de fondo. Manrique llegó a calificarlo como "el nightclub más bello del mundo".

Los impresionantes Jameos del Agua (foto en Flickr)

La Graciosa

Lo siguiente es ascender hasta el extremo norte, coger un ferri y visitar La Graciosa. Todo un mundo aparte. Lo que sí sabemos es que forma parte del archipiélago Chinijo al norte de Lanzarote, que mide 27 km2 (es la octava isla canaria por tamaño, siendo la más grande Tenerife), la pueblan unas 600 personas, no hay ni un centímetro de asfalto en sus calles —solo arena— y que se declaró Parque Natural en 1984. Uno de los planes más apetecibles allí es darte un paseo hasta una de sus playas, extender la toalla y relajarte al sol. Aunque hay mucha variedad y todo depende de lo que te guste, cerca de la Montaña Amarilla encontrarás la preciosa cala de la Cocina.

Vistas de La Graciosa (foto en Flickr)

Haría, el “valle de las mil palmeras”

Cogemos de nuevo el ferri de vuelta hasta Órzola, viramos hacia la costa oeste y descendemos al sur, pasando por Máguez. A la población de Haría, la capital del norte, la llaman “el valle de las mil palmeras” por sus huertos verdes plagados de palmeras que rodean las casitas blancas típicas de la isla. En Haría también merece la pena visitar la Casa Museo César Manrique, donde el genial artista lanzaroteño pasó los últimos años de su vida hasta morir atropellado en 1992.


Comer pescado fresco en la playa

Una sugerencia interesante es detener el coche cerca de Haría y darse un homenaje en la Casa de la Playa, uno de los restaurantes más recomendables de Lanzarote. Sus vistas al mar, la excelente materia prima que trabajan en sus cocinas y un precio razonable lo convierten en una parada casi obligatoria. Especializados en pescados y mariscos locales a la brasa, disponen de platos como los churros de pescado o las lapas que no te puedes perder.


La Caleta de Famara

Proseguimos por el norte, en la parte occidental de la isla. Podemos asegurar sin temor a equivocarnos que este es uno de los rincones más mágicos de Lanzarote. Cuenta con un paisaje subyugante: montañas volcánicas, dunas, playas y los vientos alisios soplando incansables. En el interior del Parque Natural Chinijo encontramos la entrañable Caleta de Famara junto al Risco de Famara. La silueta de este refleja en el agua como en un espejo; en palablas de Manrique, “es de una belleza extraordinaria, la llevo grabada en el alma”.

La roca y el agua crean paisajes únicos (foto en Flickr)

Vinos de La Geria

A través de un trayecto de 20 kilómetros hacia el sur alcanzamos las tierras vinateras de La Geria. Es un paraje sobrenatural. Su historia es curiosa: en el siglo XV comenzó a elaborarse vino allí para suministrárselo a las flotas que partían hacia las Américas. Pero la latitud, los vientos y las sequías de Lanzarote suponían un gran obstáculo para su producción. Y como siempre pasa, el hombre se adapta al medio. Hoy La Geria es una zona salpicada de pequeños muros de roca volcánica que protegen las vides de la Malvasía volcánica, una variedad extraordinaria en el mundo ganadora de numerosos premios nacionales e internacionales. Una fabulosa idea es visitar a la bodega más antigua, El Grifo en San Bartolomé, levantada en 1775.


Timanfaya

El viernes 1 de septiembre de 1730 el volcán Timanfaya entró en erupción, la lava corrió durante seis años y nueve pueblos quedaron sepultados en una extensión de 52 kilómetros. Hoy en día el Parque Nacional está formado por 25 volcanes y visitarlo es de alguna manera como explorar la superficie lunar: cráteres infinitos, campos de ceniza, cavernas de magma, coladas de lava... Para recorrerlo hay que dejar el coche en el aparcamiento y tomar un autobús.

Parque Nacional del Timanfaya (foto en Flickr)

El Lago Verde

Más al sur, en la costa oeste, la playa del Golfo —con cantos de lava negra a orillas del océano Atlántico— aloja uno de los lugares más impactantes de la isla: el Lago Verde o el Charco de los Clicos, un viejo cráter donde se estanca el agua de mar formando un lago de color verde intenso. Un tesoro natural que se puede visitar de manera gratuita. En la misma zona y en dirección a Yaiza es obligatorio visitar Los Hervideros, oquedades formadas por la lava al toparse con el mar por las que el agua sale propulsada al cielo.

El Lago Verde (foto de JP Files en Unsplash)

Los charcones

De camino hacia el museo marítimo, nos desviamos un poco hasta las piscinas naturales de Los Charcones. Relax total: aguas claras y quietas con el mar como telón de fondo. Alejadas de la masificación turística de Playa Blanca, este es un lugar muy adecuado si vas con niños, puesto que están protegidas del viento y las mareas. Eso sí, hay que llevar un calzado adecuado.


Un museo submarino

Más al sur, casi en la punta, existe una curiosidad que atrapa nuestra atención: hace más o menos tres años, Jason deCaires Taylor creó cerca de 300 esculturas inquietantemente realistas a unos 15 metros bajo el agua de la Bahía de las Coloradas. Evidentemente, si quieres visitar este museo, deberás ponerte las gafas y el tubo y, si quieres verlo más de cerca, sumergirte con botellas. Lo que verás son situaciones rutinarias de personas portando maletas o mirando sus móviles, con las que el autor busca hacer perdurar en el fondo del mar la vida que transcurre en la superficie.


Playa del Papagayo

En el sur de la isla, muy cerca del Museo Atlántico y guarecidas por el Parque Natural de los Ajaches, recorremos casi dos kilómetros de diferentes calitas como Playa Mujeres, Caletón del Cobre, el Pozo, Caleta del Congrio, Puerto Muelas o la popularísima Playa del Papagayo (ganadora de la votación como la mejor playa de España de 2019 en los premios Condé Nast Traveler). Sus aguas transparentes y las bellas vistas a isla de Lobos y a Fuerteventura nos parecen una de las mejores despedidas posibles para esta aventura.

Playa del Papagayo, mejor playa de España en 2019 (foto en Flickr)

Buceo en Lanzarote

Ya de vuelta hacia el aeropuerto, en la costa oeste está Puerto del Carmen. La mayoría de las inmersiones se contratan en esta localidad, donde hay bastantes centros de submarinismo. Una de las inmersiones más interesantes en esta zona es “el agujero azul”, un túnel de lava de unos 10 metros cuya entrada está a unos 24 metros de profundidad y la salida a 30 metros. Caballitos de mar, angelotes, meros, grandes chuchos y hasta majestuosas mantas nadan frente a tus ojos.


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