Guía para pasar un día maravilloso en Marrakech (y 10 consejos)
En este año 2020, “la ciudad roja”, tal y como apodan a Marrakech sus lugareños —por la arenisca de color rojizo con la que están construidas la mayoría de sus edificaciones— ha sido designada como la primera Capital de la Cultura Africana.
Situada en la parte oeste de Marruecos, vamos a explicar cómo recorrer esta antigua ciudad imperial en un día. No será difícil porque cuenta con un patrimonio excelso: mezquitas, palacios, plazas y jardines y, ante todo, una majestuosa Medina, la ciudad medieval amurallada cuyo origen se sitúa en el 1062 cuando la ciudad fue fundada por los Almorávides.
Llegar en 2 horas y por menos de 50 euros
En este sentido, tal vez Marrakech sea uno de los mejores destinos para un viaje rápido. Está muy cerca (a 2 o 3 horas en avión) y allí aterrizan muchos vuelos low cost. Hemos estado investigando buenas opciones para volar barato hasta junio y hay bastante disponibilidad por menos de 50€ ida y vuelta desde muchas ciudades españolas como Barcelona, Málaga, Madrid, Santander, Sevilla o Valencia.
Consejo: antes de emprender el viaje, reserva el traslado desde el aeropuerto hasta tu hotel o riad (consulta con el alojamiento si cuenta con servicio de transfer). Ojo con los taxis, algunos son ilegales. Se detectan porque no llevan taxímetro y suelen timar a los turistas.
Pasar la noche en un riad
Si quieres vivir una experiencia auténtica y sumergirte en la cultura marroquí, lo más aconsejable es buscar un riad en los alrededores de la Medina (el casco antiguo de la ciudad). La oferta hotelera es muy amplia, la verdad, pero los riads son casas tradicionales y antiguos palacios árabes que se han reconvertido en alojamientos. Allí se respira la verdadera esencia de Marrakech, con sus patios interiores, el murmullo de sus fuentes, el olor a plantas aromáticas y sus formidables azoteas con vistas a la Medina.
Consejo: si buscas una oferta con este tipo de alojamiento, echa un vistazo a este riad 5*. Con vuelos incluidos y 4 noches de estancia, el precio parte de los 149€ por persona.
La ruta se inicia en el Jardín Majorelle
De buena mañana vale la pena poner rumbo a Gueliz, conocida como “la ciudad nueva”, y visitar la villa y los jardines del pintor francés Jacques Majorelle, donde más tarde residió el diseñador Yves Saint Laurent. Pasear por sus caminos es una experiencia algo poética, como un cuento de hadas, rodeados de cactus, buganvillas, palmeras, cocoteros, nenúfares, yucas; con sus fuentes y arroyos, el piar de los pájaros... Es una delicia que te llena de energía y optimismo para el resto del día. Un oasis.
Consejo: en la parte baja podrás visitar el Museo Bereber de Marrakech, donde se exhibe una gran diversidad de piezas de la colección personal de Yves Saint Laurent, como cerámicas, joyas, armas o alfombras.
Un té con menta en la Plaza Yamaa el Fna
A diez minutos caminando hacia el sur de la ciudad se halla el corazón de Marrakech. La plaza de Yamaa el Fna — declarada Patrimonio de la Humanidad en 2001— ejerce un protagonismo vital en la rutina de sus habitantes. Allí se urde todo. Y la inspiración suele ser el té con menta o un zumo de naranja natural. Te invitamos a sentarte en la terraza de algún bar y contemplar desde lo alto cómo se despliega el entrañable bullicio de la vida de los ciudadanos. Por cierto, si vas por la tarde, los atardeceres son arrebatadores.
Consejo: la terraza Le grand balcon du Café Glacier ofrece una de las mejores panorámicas de la ciudad, aunque suele estar bastante transitada.
La referencia es la Mezquita Kutubía
La plaza está a escasos metros de la mezquita Kutubía que, junto a su minarete de 66 metros, es como una esplendorosa presencia que abarca todo el protagonismo de la ciudad antigua. Fue construida en el siglo XII y, en caso de que no hayas reparado en su existencia, la voz del muecín se encarga de recordártelo cinco veces al día llamando a los fieles a orar. Como ocurre con el resto de mezquitas está prohibida la entrada a los no musulmanes.
Consejo: si te pierdes, solo tienes que mirar hacia lo alto y la referencia del minarete te ayudará a orientarte de nuevo.
El harén del Palacio Bahía
A continuación es interesante caminar un poco más hacia el este, a la parte norte del barrio judío, para alcanzar las ocho hectáreas de extensión del Palacio Bahia que el sultán Abdelaziz Si Moussa mandó erigir con la intención de que fuera el más grande de todos los tiempos. Es una joya del arte islámico. Dispone de numerosos jardines, más de 150 habitaciones y salas de todo tipo, pero lo más llamativo es el harén, un gran patio con fuentes rodeado por las habitaciones de las 24 concubinas.
Consejo: si no quieres hacer cola, lo mejor es ir a primera hora de la mañana (el horario es de 9:00 a 17:00h).
Dejarse llevar por el barrio de Mellah
También conocido como el barrio judío, este es un punto de la ciudad donde hay que dejarse llevar. Son callejuelas llenas de encanto, vivas, reales, colmadas de balcones de madera, donde se escucha el rumor del mercado de las especias. Mellah llegó a recibir a miles de judíos expulsados de España que los sultanes no dudaron en acoger a cambio de jugosos impuestos.
Consejo: ya en la kasbah, al sur de la medina, podemos encontrar el Palacio el-Badi, lujoso en su época aunque ahora venido a menos. En la cercana Plaza des Ferblantiers siempre es agradable hacer un alto en el camino.
Comer un tajine
El tajine es un guiso de carne o pescado que se acompaña habitualmente de verduras o frutos secos. Su nombre procede del recipiente de barro que se utiliza para cocinarlo. Es unos de los platos más característicos de la ciudad. Casi todos los restaurantes de Marrakech ofrecen este plato, pero es especialmente recomendable el que sirven desde la cocina de Chez Chegrouine, cuyas vistas a la plaza Yamaa el Fna son espectaculares.
Consejo: prueba el tajine de pollo al limón y el de ternera con ciruelas. Imprescindibles.
El arte del regateo
Después de una buena comida, una de las actividades más populares de Marrakech sucede en el zoco. En plena Medina y entrando por el lateral norte de la Plaza Yamaa el Fna te adentrarás en un laberinto de callejuelas repletas de tiendas. Allí tienes de todo, desde joyas y chilabas hasta especias. De hecho son muchos zocos en un zoco, agrupados por gremios de artesanos y tipos de productos: el zoco de los tintoreros, de los carpinteros, de los fabricantes de alfombras, de lámparas o babuchas, etc. Eso sí, deberás poner en práctica el regateo, y si no lo dominas acabarás haciéndolo sí o sí. Ten en cuenta que los viernes por la mañana cierran sus puertas.
Consejo: si es la primera vez que visitas el zoco, muévete y pregunta precios de los que estés buscando para marcarte un precio referencia y un precio máximo a pagar. Piensa que ellos comienzan con un precio hasta cuatro veces más alto del coste real.
Tumbas Saadíes
Cabe precisar que encontrar estas tumbas es una tarea bastante complicada. No es extraño si tenemos en cuenta que, aunque los mausoleos de los sirvientes y soldados de la dinastía Saadí datan del siglo XVI, no se descubrieron hasta 1917. Pegadas a la pared sur de la mezquita Moulay El Yazid, se accede a ellas a través de un pasadizo secreto. Lo más interesante es la sala de las 12 columnas, en la que yace la familia y cuya belleza arquitectónica es impactante.
Consejo: fíjate bien en los recubrimientos de los paneles de madera en pan de oro, un buen ejemplo de la ostentación de los sultanes.
La leyenda del palmeral en dromedario
Si dispones de poco tiempo y no puedes hacer una excursión hasta las dunas del desierto del Sáhara, la opción más factible es el palmeral de Marrakech. Es un espacio enorme con más de 100.000 palmeras ubicado a 10 kilómetros al norte del centro de la ciudad amurallada. Allí se originó Marrakech, cuando los señores del desierto instalaron sus tiendas para controlar las cumbres del Atlas. Cuenta la leyenda que los soldados arrojaron las semillas de los dátiles que comían y así creció este inmenso palmeral.
Consejo: un modo muy popular de visitarlo es dando un paseo en dromedario (el que tiene una sola joroba).
Cena tradicional marroquí de lujo
Para poner la guinda a esta escapada y despedirse con un espléndido sabor de boca, tenemos una sugerencia indispensable: catar la gastronomía marroquí en el restaurante Morocain en la zona ajardinada del hotel La Mamounia (5 estrellas). El escenario es inspirador. El murmullo del agua y el laúd sonando de fondo te sumergen en un universo aparte. Por cierto, se trata de un plan romántico muy recomendable. Es un festival de sabores y especias, que se recolectan en un huerto propio. Eso sí, es caro, 75€ por cabeza. Pero se come de fábula.
Consejo: las diferentes variedades de cuscús (un tipo de sémola de trigo duro muy típica de la cocina árabe), el cordero y la carta de vinos son excelentes.